El director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, habló sobre la controversia generada en torno a los materiales de educación sexual que fueron distribuidos en las escuelas bonaerenses, con algunos libros que tienen fragmentos con escenas sexuales explícitas. “No tenemos vocación de provocar”, dijo en una entrevista con María O’Donell por Urbana Play y destacó que los libros se dirigen a estudiantes de educación secundaria y superior.
En el marco de la Educación Sexual Integral (ESI) en la provincia de Buenos Aires, el «Plan de Lecturas Bonaerenses» distribuyó en las escuelas una selección de libros que incluyen títulos de autores argentinos contemporáneos, con la intención de diversificar los materiales educativos y promover el abordaje de temas complejos. Entre los títulos seleccionados están «Las primas» de Aurora Venturini, «Cometierra» de Dolores Reyes, «Piedra papel o tijera» de Inés Garland, «Berazachussetts» de Leandro Ávalos Blacha, «Donde no hago pie» de Belén López Peiró y «Graymoor» de Sebastián Vargas. Estos textos forman parte de una colección de 28 obras destinadas a enriquecer las bibliotecas escolares y complementar la formación en ESI, permitiendo trabajar temas de género, identidad, relaciones interpersonales, y derechos humanos.
La inclusión de estas obras generó un debate en la comunidad educativa. Por un lado, se argumenta que estos textos permiten una mejor comprensión de cuestiones de género y relaciones humanas complejas, temas que son importantes en la educación actual. Por otro, algunas voces critican su contenido como inapropiado para el público juvenil por su lenguaje fuerte y directo.
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“Sacó su pija por encima del bóxer y me la acercó a la boca. Me dejé llevar a un beso tan suave como si lo que besara fuese una lengua. Le bajé el bóxer del todo. La piel que tocaba me gustaba. Podía apretarla con los labios mientras la pija jugaba en mi boca y se iba hundiendo. Ezequiel me miró chupar y yo también lo miré a él (…) .Yo me tendí y abrí las piernas. Ezequiel besó mis tetas, que son del tamaño de un puño cerrado. Después, sin apartar su boca de mi pecho, bajó una de las manos hasta mi concha. Me acarició. Sentí sus dedos hirviendo. Me fui mojando”.
La escena en la página 111 del libro Cometierra generó preocupación entre varios padres, quienes tomaron capturas de pantalla y cuestionaron su contenido a través de mensajes directos enviados a las autoridades educativas. «No todos los chicos están preparados para entender lo que es el coito, mucho menos el sexo oral o anal. Me parece tremendo que se divulgue un libro dentro de lo que se llama ESI con palabras vulgares que rozan lo pornográfico«, polemizó la madre de un joven de cuarto año.
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La función y alcance de los libros en educación sexual
Sileoni describió el contenido de los libros y explicó cómo su distribución se ajusta a una guía educativa. «Esos libros tienen una guía que, si le interesa, se la puedo hacer llegar. Son libros para la Educación Secundaria, son libros para la Educación Superior», señaló el funcionario, a la vez que enfatizó que “los libros van con una guía que aconseja a los destinatarios”. Además, detalló que el material se orienta a reforzar el trabajo de los docentes y subrayó que no se trata de libros que se entregan directamente a los estudiantes. «No son libros que llegan a los estudiantes, llegan a la biblioteca de la escuela», afirmó.
Sileoni también aclaró que el contenido, aunque pudiera incluir escenas explícitas o un lenguaje fuerte, cuenta con un respaldo orientativo que permite una correcta interpretación y acompañamiento docente.
“Pueden tener escenas de sexo, vocabulario soez, son libros que van muy explicados en la guía”, explicó, y marcó que estos recursos pretenden ofrecer una comprensión contextualizada de temas complejos.
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Los destinatarios de la colección y el rol del Estado
En respuesta a las críticas que acusan al gobierno de Axel Kicillof de distribuir estos materiales a estudiantes muy jóvenes, Sileoni desmintió la idea de que el material esté dirigido a niños de 11 años. «No son libros para 11 años como nos quieren hacer creer algunos sectores que se están quejando, no son para eso», sostuvo, y reiteró que se trata de una “colección muy cuidada” destinada a alumnos mayores, específicamente aquellos de 16 y 17 años.
Sileoni comparó la situación con el acceso libre que los adolescentes tienen a contenidos explícitos en internet. “Cualquiera sabe que los pibes a partir de los 12, 13, están a un toque de tecla del teléfono y la computadora y pueden mirar la pornografía más fuerte sin la mediación de nadie; eso no provoca la menor reacción social”, argumentó.
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