Un colaborador del Presidente saca el celular de su bolsillo y lo muestra. El hombre está contento y excitado, como si fuera un chico que exhibe una buena nota en el colegio ante su madre. La pantalla devuelve una conversación con Javier Milei, con varios audios cruzados. Y le da play. La voz del libertario, al borde del grito pelado, es inconfundible. “Mirá, mirá”, arranca el mensaje. “Mirá como está bajando el dólar, es una locura esto”, dice, mientras llama a su interlocutor por su nombre de pila y con tono jocoso, casi como si fuera el Milei del panel de “Intratables”.
El chat es de los primeros días de noviembre, cuando el dólar blue tocó un piso de $ 1.115, y daba la sensación de que se encaminaba a seguir bajando hasta perforar la barrera de los mil. Es una muestra, de las tantas que hay, del momento que atraviesa el Presidente y su administración: la euforia llegó para apoderarse de la Casa Rosada, a la que no paran de lloverle buenas noticias, casi como si las fuerzas del cielo efectivamente estuvieran obrando en favor del libertario. Aunque el partido recién arrancó, Milei llega al primer año de su gestión mejor de lo que el grueso del círculo rojo auguraba. Y eso lo envalentona para profundizar aún más con la aceleración y el choque, su marca registrada. ¿Hasta dónde Milei podrá seguir con esta racha?
Espíritu de los tiempos. Un buen ejemplo del estado de gracia que atraviesa la administración es observar lo que sucedió el martes 12. Ese día parecería que se alinearon todos los planetas en favor de Milei: el Indec dio a conocer la inflación de octubre de 2,7%, la más baja desde noviembre del 2021, el oficialismo difundió la noticia de que Trump había llamado al libertario -“usted es mi Presidente favorito”, le habría dicho- y le confirmó un encuentro mano a mano en la semana entrante, la oposición dio otro paso en falso en el Congreso y no logró ni siquiera reunir quórum para llevar adelante una ley que buscaba herir la estrategia del Gobierno.
En un movimiento que además volvió a mostrar al PRO deshilachado y a la sombra de La Libertad Avanza, la italiana Giorgia Meloni confirmó que visitará la Argentina para reunirse con el mandatario, y Milei protagonizó un acto de Meta, la compañía de Mark Zuckerberg, donde se animó a ponerle una fecha tentativa a la salida del cepo y recibió un mensaje del creador de Facebook en un video. Todo eso sucedió, además, un día antes de que la Cámara de Casación confirmase la condena de Cristina Kirchner. Milei resumió las últimas semanas con su humildad habitual: “Estamos entrando al mejor momento de los últimos cien años”.
El Presidente absorbe todas estas novedades de la única manera que sabe. Con euforia, confirma su histórica tesis personal de que las casualidades no existen, y que por algo Dios le comunicó a fines del 2020 que estaba destinado a sentarse en el sillón de Rivadavia tres años más tarde. Hay una frase que acuñó el influencer Carlos Maslatón y que Santiago Caputo, el asesor todoterreno, hizo suya: todo marcha acorde al plan.
Segundo tiempo
Empujado por el éxito pasajero, Milei sólo imagina hacia adelante un camino más radicalizado. De hecho, ya lo empezó a estrenar. Mientras combina insultos a sus oponentes políticos con ataques a los periodistas y a la prensa -la persecución contra Perfil, que acumula cuatro juicios con el Presidente, es un claro ejemplo-, el libertario refuerza su propia narrativa y también la composición de su Gobierno. Los paralelos con el kirchnerismo aparecen una vez más: Milei parece haber entrado en la era del “vamos por todo”.
Esta radicalización, que se materializa en el aumento de la intransigencia y la violencia del Presidente, tendrá impacto en varias áreas. El Congreso se encamina a cerrar sus puertas el 30 de noviembre y es la primera vez desde el regreso de la democracia que un Gobierno no promueve sesiones extraordinarias. Además del claro mensaje de confrontación con el Poder Legislativo que impulsa Milei, parece haber en esta jugada una avivada técnica: cada vez crecen más los rumores que hablan de designar a los dos jueces para la Corte Suprema que propuso el libertario, Ariel Lijo y Manuel García Mancilla, vía decreto. El antecedente de lo que le sucedió a Macri, que intentó esta maniobra y terminó retrocediendo por el escándalo que suscitó, no intimida a Milei. Nada parece, por estos días, atemorizar al Presidente.
Esta aceleración también tiene un correlato para adentro. Llegó la era de la “pureza ideológica”, palabras que están dando vueltas en el Gobierno, a tono con lo que Milei dice en público. “Si quieren otra política que ganen las elecciones, sino que obedezcan”, dijo sobre el cuerpo diplomático, luego del escándalo en la ONU que terminó en la expulsión de Diana Mondino. Daniel Parisini, en las redes “el Gordo Dan”, uno de los alfiles digitales del espacio, fue en esa línea cuando habló de llenar el Estado con “los propios, que tengan la ideología adecuada, para evitar comunistas o kukas”.
Esta etapa vendrá con una definición sobre el estilo de la alianza con el PRO. Y no parece venir bien para Macri y los suyos. La votación para cambiar la ley de DNU, un pedido histórico del espacio amarillo, los mostró siguiendo una vez más los pasos de LLA. Si ni siquiera pueden mostrar una diferencia en lo que era una de sus grandes banderas, ¿cuál es la diferencia con el oficialismo? Esa pregunta vive en la cabeza de Santiago Caputo, que apuesta a que el Gobierno se termine deglutiendo al macrismo y que, de una manera u otra, estos acaben acordando para las listas del 2025. Mientras, Karina Milei continúa su armado nacional, empoderando a figuras rivales a los que desde adentro se atrevieron a desafiar su poder: en CABA, donde tallaba fuerte Ramiro Marra, uno de sus enemigos, entronizó a Pilar Ramírez; en Formosa, tierra del senador Francisco Paoltroni, otro que la desafió, puso a Gerardo González, y siguen las firmas. Es momento de sumisión total al “Jefe”.
Esta nueva etapa del Gobierno se ve también en la inminente salida de un texto titulado “Las epístolas del cielo”, una especie de reversión de “las 20 verdades peronistas”. Ese manual de política para la tropa propia está a manos de Lucas Luna, un militante de primera hora de LLA, ahora bajo el ala de Santiago Caputo, según reveló el periodista Pablo Lapuente en Letra P. Milei hasta tendrá su propia biblia, aunque Argentina sabe de milagros pero también de desastres. Habrá que ver de qué lado termina cayendo el Gobierno.