MADRID.– Todos los medicamentos tienen efectos secundarios, basta echar un vistazo a cualquier prospecto para comprobarlo. Pero no hay muchos casos en los que estos asciendan a efecto principal. Es lo que sucedió hace unos años con los agonistas del GLP-1, medicamentos usados desde hace décadas para tratar la diabetes tipo 2 que empezaron a demostrar efectos adelgazantes. Tras varias reformulaciones, nuevas marcas comerciales, como Ozempic y Wegovy, se convirtieron en una forma eficaz de combatir la obesidad. Pero la ciencia está comprobando que hay muchos otros efectos secundarios que podrían convertirse en principales. Los GLP-1 son una navaja suiza molecular, una especie de fármaco multiuso. Afectan a nuestro cuerpo de formas que aún no terminamos de entender, pero hoy estamos más cerca de enumerar.
Un equipo de científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington publicó el primer atlas detallado sobre los efectos secundarios de estos fármacos. Encontraron beneficios para la salud cognitiva y conductual, al tiempo que revelaron un mayor riesgo de desarrollar pancreatitis y afecciones renales. “Hasta ahora habíamos visto anécdotas e informes aquí y allá. A algunas personas diciendo que puede afectar a esto o a aquello –explicó en la presentación del estudio su autor principal, el epidemiólogo clínico Ziyad Al-Aly, del Hospital de Veteranos John J. Cochran–. Pero nadie, nadie, había investigado exhaustivamente la eficacia y los riesgos de GLP-1 y todas las formas en las que puede afectar a la salud”. El estudio se publicó este lunes en la revista Nature Medicine, vidriera de la mejor ciencia mundial.
“Hicimos un análisis que mapeó exhaustivamente las asociaciones entre GLP-1 y 175 posibles efectos en la salud”, señala Al-Aly. Los beneficios, más allá de la pérdida de peso, incluyeron un menor riesgo de trastornos por consumo de sustancias y una reducción de la ideación suicida, de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos. También observaron una reducción de los trastornos cognitivos, como el Alzheimer y la demencia. Y por último, una reducción del riesgo de trastornos de coagulación, incluyendo la embolia. “Comprobamos que estos fármacos tienen una amplia gama de efectos beneficiosos, pero todo esto no viene sin riesgos”, alerta el experto.
El estudio confirma que, en algunos casos, pueden causar problemas gastrointestinales, como náuseas y vómitos. Esto es algo bastante común y ya había sido documentado en algunos pacientes. También se vio un aumento del riesgo de sufrir gastroparesia o parálisis del estómago en casos raros y un mayor riesgo de presión arterial baja. El análisis también señala que el medicamento podría aumentar el riesgo de sufrir problemas de sueño y dolores de cabeza, cálculos renales e inflamación del riñón inducida por fármacos. Por estos motivos, los autores recomiendan que, a la hora de valorar este tratamiento, se haga siempre bajo supervisión médica y después de un análisis individualizado.
“Es un estudio observacional, aunque tiene una base de datos grande y realizada durante mucho tiempo”, explica Cristóbal Morales, endocrinólogo en el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, ajeno al estudio. El análisis no demuestra, por tanto, que el medicamento sea el causante de los efectos enumerados. Pero estos son lo bastante consistentes (reducción del riesgo entre el 10% y el 20%) y la base de datos, lo suficientemente grande (casi dos millones de pacientes durante tres años), para pensar que hay una relación directa. “Con big data se pueden rascar estos resultados en bases de datos muy grandes y esto es positivo. Pero hay que recordar que aquí solo podemos constatar asociación, no causalidad”, añade.
El objetivo de esta investigación, en palabras de sus propios autores, no fue analizar un efecto en concreto y demostrar causalidad, sino construir un atlas de la asociación de riesgos y beneficios de este medicamento relativamente nuevo. “Es como cuando Cristóbal Colón llegó a América, y pensó en mapearla para orientarse –dice Al-Aly–. Es lo que estamos haciendo nosotros, dibujar un paisaje de beneficios y riesgos”.
Esto abre la puerta a que en el futuro, después de muchas reformulaciones e investigación, podamos hablar de un Ozempic para la demencia, para el alcoholismo o para el Alzheimer. Aún queda mucho camino por recorrer, pero este estudio estableció un primer mapa para poder localizar la senda y muchas empresas están dispuestas a lanzarse a esta aventura. En la actualidad hay una carrera científica y comercial para dar con el siguiente uso revolucionario de los agonistas del GLP-1. Todos tienen presente el caso de Novo Nordisk, el laboratorio danés que en 2018 presentó Ozempic y que hoy tiene una capitalización en bolsa de 382.000 millones de dólares, lo que lo convierte en la mayor empresa de Europa.
Esto tiene enormes implicaciones empresariales y económicas, pero desde el mundo científico, la duda es otra. ¿Cómo un medicamento contra la diabetes tiene tantos y tan variados efectos? “Las medicinas no funcionan quirúrgicamente. Están diseñadas para hacer una sola cosa, pero la realidad es que casi nunca es así”, reflexiona Al-Aly. “La biología es compleja y múltiple, y si tocas una cosa vas a crear una red de varios efectos”, suma. Los GLP-1 actúan sobre el intestino, pero también sobre el cerebro, afectando a zonas que están involucradas en el control de los impulsos y la señalización de recompensa. Esto explicaría por qué ayudan a mitigar los problemas de adicción. Estos medicamentos también afectarían a los vasos sanguíneos, y al hacerlo tendrían un efecto potencial sobre el corazón. Hay investigaciones que sugieren que también reducen la inflamación, incluida la del cerebro, lo que podría explicar su efecto protector ante las enfermedades neurodegenerativas.
“Pero también hay otra teoría más sencilla que puede explicar todos estos efectos positivos sobre la salud”, afirma Al-Aly. La obesidad está considerada una enfermedad en sí misma, pero también la puerta de entrada a otras muchas. Es el quinto factor de riesgo de muerte en el mundo y cada año fallecen 2,8 millones de personas adultas como consecuencia de esta condición. “Cuando tratamos la obesidad, es normal que esto afecte a otras enfermedades, pues es la madre de todas ellas”, resume el experto. Aunque no se pronuncia, con la evidencia científica disponible, sobre cuál de estas dos teorías tiene más fuerza.
La primera supondría que estamos hablando de un medicamento milagroso con múltiples usos. La segunda sería menos rentable para las empresas y tendría menos presencia en los medios, pero sería igual de revolucionaria desde el punto médico. Significaría que la obesidad es aún más peligrosa de lo que ya se cree. Y que hay una manera efectiva y sencilla de aumentar la esperanza de vida y mejorar la salud cognitiva y conductual: mantenerse en un peso saludable.
Por Enrique Alpañés
©EL PAÍS, SL
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