En un giro judicial sin precedentes en la política reciente de la provincia de Buenos Aires, la querella que representa a Melody Rakauskas solicitó formalmente la detención inmediata del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, por los delitos de desobediencia judicial, hostigamiento continuado y abuso sexual.
El pedido fue dirigido al juez Fernando María Caicedo, titular del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N.º 31, y coloca a Espinoza, uno de los hombres de máxima confianza del gobernador Axel Kicillof, en el centro de un escándalo que puede marcar un antes y un después en la historia del kirchnerismo.
Este caso, a diferencia de la mayoría de los procesos penales, ha tenido un desarrollo inverso al sentido común judicial: lejos de ser impulsada por la fiscalía, ha sido la querella la que ha llevado adelante las medidas de prueba, los pedidos de investigación y, ahora, la solicitud de arresto.
La fiscal interviniente, Mónica Cuñarro, ha sido señalada por actuar casi como abogada defensora de Espinoza, algo que generó indignación en sectores del Poder Judicial y en la sociedad civil.
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A pesar de esto, el juez Caicedo aceptó los planteos de la querella, procesó a Espinoza por abuso sexual simple y elevó la causa a juicio oral, aunque todavía no se ha designado el tribunal encargado del proceso, un detalle llamativo para una causa que lleva meses bajo la lupa pública.
El pedido de detención no surge en el vacío. Llega en el contexto de un peronismo totalmente fracturado, fragmentado y sin conducción clara.
Las internas están a la orden del día, y muchos dirigentes ya actúan por cuenta propia, despegándose de una estructura que ya no los protege ni mucho menos los privilegia.
Según trascendidos judiciales, el juez aún tiene la causa en sus manos, por lo que está en condiciones de ordenar la inmediata detención del intendente. La decisión, en manos del magistrado, se espera con una presión política sin precedentes, tanto del lado de quienes buscan justicia como de quienes intentan blindar al jefe comunal.
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Para algunos dentro del PJ, este movimiento no es otra cosa que una operación interna, una vendetta entre facciones en retirada. Pero lo cierto es que los hechos procesales son contundentes: Espinoza ya fue procesado, y suma una denuncia por desobedecer medidas judiciales e incurrir en conductas de hostigamiento.
Alfredo Leuco lo dijo sin rodeos: “El peronismo bonaerense nunca estuvo tan cerca del colapso”. Y tenía razón. La detención de Espinoza, si se concreta, puede ser el golpe final a la estructura que sostuvo al kirchnerismo durante décadas.
Espinoza representa todo lo que el kirchnerismo fue, tanto en la provincia de Buenos Aires, como a nivel nacional: clientelismo, aparato, control territorial, opacidad institucional y blindaje mediático. Fue intocable durante años, un verdadero “señor feudal” del conurbano. Pero ahora, ni su cercanía con Kicillof ni sus contactos judiciales parecen ser suficientes para mantenerlo a salvo de las más de dos denuncias sobre si.