jueves, 19 junio, 2025

Un experimento político con final abierto

Cristina Kirchner coronó, con la gran manifestación de apoyo que se volcó ayer sobre la plaza de Mayo, un minucioso ejercicio político: la construcción del escenario de su condena judicial. Fue un experimento exitoso que abre una incógnita muy relevante sobre el futuro de su peripecia en el juego del poder. La multitud que se movilizó para protestar por la prisión que le dictó el Tribunal Oral Nº 2 en la causa Vialidad es la plataforma sobre la que ella ejecuta un relanzamiento político destinado a mantenerla, desde la prisión de San José 1111, al frente del peronismo. El resultado de esa operación es parte de una historia que todavía está abierta.

La premisa mayor de toda la jugada es bastante obvia. La expresidenta nunca tuvo dudas acerca de que la Justicia la penalizaría. Se le pueden reprochar mil imperfecciones a la abogacía de Carlos Beraldi. Pero las pruebas sobre el desbarajuste cometido en Santa Cruz eran infinitas. Y hubieran sido más si esa investigación no se hubiera desmembrado de la que se enfocó en las contrataciones “turísticas” de Hotesur y de la que se siguió por la emisión de facturas apócrifas de Lázaro Báez. En consecuencia, condenada por los tribunales, la señora de Kirchner puso toda su energía en que la absuelva la historia. En el caso de un líder político, la absolución de la historia sólo se consigue ganando elecciones.

Con la mirada en ese propósito, la exmandataria se fijó un curso de acción cuyo eje principal consiste en politizar todo lo posible los pronunciamientos de la Justicia. El primer paso fue apropiarse de la presidencia del PJ. Así, al convalidar la sanción dispuesta por el Tribunal Oral, la Corte no estaría mandando tras las rejas a una funcionaria retirada, sino a la titular de uno de los mayores partidos políticos de América Latina, el que desempeña la principal oposición al gobierno de Javier Milei.

La jugada siguiente fue, apartándose de su costumbre, conceder una entrevista a Gustavo Silvestre, en C5N, el canal de su amigo Cristóbal López. Allí, después de alcanzar 8 puntos de rating, explicó su tesis sobre el comportamiento de la Corte: se trata de un tribunal que está al servicio de un proyecto económico que, para sostenerse, necesita excluirla a ella, es decir, al pueblo. Una demostración de ese carácter antidemocrático del tribunal sería la tolerancia que exhibió ante el DNU 70, enviado por Milei.

El tercer paso fue, ante la evidencia de que los magistrados ratificarían el fallo condenatorio, que incluye la prohibición de ejercer la función pública, anunciar en esa entrevista la candidatura a diputada provincial por la tercera sección electoral. Por supuesto, ella no reconoció que, al postularse, se preparaba de la mejor manera posible para una condena. Al revés: a los pocos días sostuvo que se la condenó porque se había postulado.

La secuencia desemboca en la denuncia de una proscripción. Por eso ayer la muchedumbre reunida frente a la Casa Rosada escuchó al locutor consignar que “hoy comienza la resistencia”, es decir, la reacción ante una agresión equiparable al derrocamiento de Perón en 1955. La propia Cristina Kirchner formuló, en el discurso que dirigió a su feligresía, la consigna “Vamos a volver”. Un centímetro más y estaría en “Perón vuelve”. El graffiti de la resistencia.

La concentración de ayer había sido convocada para acompañar a la expresidenta en el momento de su detención, en los juzgados de Comodoro Py. El tribunal oral se adelantó y, el martes, estableció como lugar de reclusión el departamento de la calle San José. La marcha se mantuvo igual, pero cambió de destino. Ya no sería una queja frente a la sede judicial. Sería una protesta frente a la Casa Rosada. La señora de Kirchner no se dirigiría a la multitud como ajusticiada, sino como líder principal de la oposición. El centro del mensaje fue “estoy presa porque este modelo se cae”. Un eco del discurso que pronunció el 13 de abril de 2016, acompañada por una legión que ayer quedó pequeña, cuando Claudio Bonadio la llamó por primera vez a indagatoria: “Para que este modelo se sostenga me tienen que callar”.

El núcleo de ese planteo es el núcleo de todo populismo, sea de izquierda o de derecha: la única legitimidad es la que deriva de las urnas. La expresidenta se presenta como la encarnación del pueblo en contraste con una institucionalidad facciosa, la de la Justicia, que en 2013 se negó a ser democratizada como ella había proyectado. El kirchnerismo intenta regresar, después de la gris experiencia de Alberto Fernández, a la vibración de las sagas. Cristina Kirchner es experta en lograr ese giro ante cada adversidad. En octubre de 2010, vistiendo un luto que no abandonaría a lo largo de tres años, explicó que su esposo había muerto para que renaciera la política. Ayer recordó la dictadura, la viudez y el intento de asesinato de septiembre de 2022, como las instancias de un vía crucis profano al que ahora se agregó otra estación: al cárcel.

Todavía falta una mayor elaboración poética. Pero, en cualquier momento, la prisión dictada por los tribunales por delitos cometidos en el manejo de la obra pública será equiparada a los que, para Friedrich Nietzsche, fueron los dos máximos crímenes jurídicos de la historia: el de Sócrates y el de Jesucristo. Nietzsche no sólo observa que ambos fueron ejecutados después de un proceso judicial. Para su filosofía, el de Sócrates y el de Jesucristo fueron dos suicidios. Es decir, ambos estaban ya por hundirse en el fracaso, pero sobrevivieron entregándole la espada a los verdugos.

Esta idea de Nietzsche, salvando “las bárbaras distancias”, abre un interrogante sobre la encrucijada de la señora de Kirchner. ¿La Justicia no la habrá salvado, condenándola, del ocaso hacia el que tal vez caminaba sin remedio? ¿Cuál hubiera sido el destino de esta líder, que cargaba sobre sus espaldas, con admirable disimulo, el fracaso del último gobierno peronista, si los tribunales no la hubieran sancionado con la prisión? Es un contrafáctico, pero no carece de sentido. Porque uno de los destinos posibles de Cristina Kirchner era el de Carlos Menem, quien se desangró en una larga agonía política, cada vez más anodina, acorazado por los fueros que le otorgaba una banca en el Congreso. Sólo que ella debía refugiarse en la Legislatura de La Plata, un reducto cuya opacidad sólo fue interrumpida por las fechorías de Julio “Chocolate” Rigau, que recolectaba retornos en los cajeros automáticos.

Sobre la hipótesis de esta alternativa hay que evaluar ahora el futuro de la señora de Kirchner, y el del peronismo que, hasta nuevo aviso, sigue comandando. En la concentración de ayer había una amplísima presencia kirchnerista. Pero no se vio a otras ramas del PJ. Por ejemplo, se notó la ausencia de la CGT. En cambio, participaron dirigentes de los partidos trotskistas, allegados a Máximo Kirchner. Eso sí, no tuvieron acceso al palco. “Vienen a caranchearnos los votos”, se quejó un peronista, ingrato y mezquino.

Entre los asistentes principales había algunos muy significativos. Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, que aspiró a presidir el PJ en contra de ella. Sergio Massa, quien se imagina heredero de la condenada: pretende comenzar a cobrar de ese patrimonio postulándose como candidato a diputado en octubre. Mientras tanto, organiza una “tercera vía” electoral con peronistas extrapartidarios, destinada a enfrentar a los candidatos de Milei en la primera sección electoral. La presencia de Massa es paradójica: la propia Cristina Kirchner le recordó, cuando se discutía la fórmula presidencial de 2023, que ella no podía apoyarlo en contra de Daniel Scioli, “porque hace 5 años, con Stolbizer, me querías meter presa”. Es el mismo Massa al que ahora, en la Corte, le reprochan estar detrás de las pintadas “Cuidate Rosatti” que aparecieron en Santa Fe, atribuidas a un empleado del diputado Oscar “Cachi” Martínez, íntimo del exministro de Economía de Alberto Fernández.

Sin embargo, el manifestante más destacado, y más problemático, de la movilización de ayer, fue Axel Kicillof. Para nadie la apoteosis de la señora de Kirchner celebrada en la plaza de Mayo fue más incómoda que para él. El intento de rebeldía que inició en la provincia de Buenos Aires está bajo la amenaza de convertirse en un intento de traición. Son las transfiguraciones que producen algunas condenas a prisión. Entre las numerosas decisiones que debe tomar en estos días, Kicillof debe meditar una muy interesante: si asistirá o no a la reunión de la Asociación Empresaria Argentina, a la que fue invitado en su calidad de gobernador. La presencia de Kicillof en esa organización, liderada entre otros por Héctor Magnetto y Paolo Rocca, sería vista como una toma de posición ante la tesis de la señora de Kirchner: no soy víctima de los jueces, sino del establishment.

La otra celebridad cuyos movimientos habrá que seguir de cerca en las próximas semanas es Máximo Kirchner, quien ayer, en el acto, oficiaba de DJ. Eso sí: pocas canciones nuevas. Es el candidato más probable a encabezar la lista de diputados provinciales de la tercera sección electoral, en reemplazo de su madre. Además, será el vocero de la expresidenta, ya que como familiar es acaso el único político que tendrá acceso a ella. Esta es una dimensión doméstica que puede ser determinante para la capacidad política de Cristina Kirchner. ¿Quiénes pueden visitarla además de médicos y parientes? Sus seguidores más cercanos hacen notar que cualquier presidiario de un establecimiento federal tiene permiso para recibir amigos. Eso sí: deben ser controlados y registrados. ¿Quién se encargaría de esa tarea en el departamento de la calle San José? El otro tema polémico: ¿puede la señora de Kirchner salir al balcón? Los jueces se lo tendrían prohibido. Pero algunos abogados de su entorno arguyen lo siguiente: “Si en las cárceles hay patios para que los condenados puedan disfrutar de una hora de aire y sol durante el día, ¿por qué Cristina no podría salir al balcón, cuando su casa carece de patio?”. Es la pelea, milímetro a milímetro, por la conservación de la capacidad de hacer campaña.

La tobillera es objeto de otra polémica. Ayer el diputado Juan Manuel López, de la Coalición Cívica, sugirió a través de la red social X: “Ahora que se está hablando tanto de tobilleras sería bueno que @PatoBullrich y “m@cuneolibarona hagan una licitación transparente. Si no siempre se la lleva Mario Montoto, el montonero que une a gente tan distinta”.

El equipo de Milei evaluaba anoche los pros y los contras de la nueva escena construida alrededor de la condena judicial contra la expresidenta. Ella no quiso emitir un mensaje jurídico, relacionado con su proceso penal. Fue a la política: “El modelo se cae”. Se propuso como la alternativa al oficialismo, que es como la ve el público en todas las encuestas. Por ejemplo, en una realizada por la consultora Mide, 43% identifica a la señora de Kirchner como la principal líder opositora y 40% opina que ese liderazgo está vacante. En esta lógica, la polarización que pretende la flamante presidiaria sería ventajosa para Milei. Y perjudicial para Mauricio Macri, porque la supervivencia del “peligro kirchnerista” abroquelaría a los votantes alrededor de La Libertad Avanza. ¿Se puede, en el clima de confrontación que se reanimó con la prisión, seguir negociando la integración de la Corte, como hicieron hasta hace pocos días representantes de Milei con un delegado de Cristina Kirchner?

Hay otro plano en el que el significado de lo ocurrido ayer seguirá siendo un enigma, al menos por un tiempo. Se lo puede formular así: ¿el encanto de la señora de Kirchner sobre los que repudian a Milei es un fenómeno episódico, asociado al primer efecto emocional de su prisión? ¿O es una señal que obliga a revisar la idea, muy extendida, de que Milei reina en medio de una clase política cuya legitimidad está por completo colapsada? Dicho de otro modo: ¿la expresidenta sigue encarnando un islote de representación genuina en un momento en el que la impugnación a su profesión es casi generalizada?

Estas incógnitas organizarán la campaña para los comicios bonaerenses del 7 de septiembre, sobre todo en la tercera sección electoral. La Libertad Avanza atraviesa el período de armado de listas en medio de un enfrentamiento interno cada día más agresivo. Y más exótico. De un lado, Martín y “Lule” Menem, bajo el mando protector de Karina Milei. Del otro, Santiago Caputo, el Mago del Kremlin, y sus “fuerzas del cielo”. La última batalla fue religiosa.

La chispa surgió en Intercargo, una empresa del área de aeronavegación. Es un sector donde el poder de Caputo se expande: de hecho, su gran amigo, y principal vínculo con Donald Trump, Leonardo Scatturice, acaba de quedarse con la empresa Flybondi. El director de Intercargo Lucas Luna, muy ligado al “Mago”, posteó en X una noticia de musulmanes que persiguen a cristianos en Nigeria y comentó: “No odiamos lo suficiente al Islam”. Hasta ahora lo único que no se odiaba lo suficiente era el periodismo. Ganas de odiar. A Luna le contestó Sharif Menem, jefe de la juventud de La Libertad Avanza, hijo de “Lule” y mano derecha de Martín, el presidente de la Cámara de Diputados. “Borrá eso pelotudo”, fue el mensaje. Extrañó que lo llamara de “pelotudo”, porque hasta ahora a Luna le decían “Sagaz”. Intervino después Martín Menem, quien en una entrevista reclamó “que se separe terrorismo de religión”. La respuesta al jefe de los diputados y gran aliado de la hermana del Presidente llegó desde la cuenta Jack (@MileiLibertador), atribuida al “Mago” Caputo: “El que te proponga diferenciar la religión del terrorismo, ese es el traidor”.

Más allá de la prudencia o imprudencia de este debate, que llevan adelante funcionarios públicos, parece ser ese tipo de conflictos que se desatan en el seno de una organización que siente que navega, solitaria, en un océano de poder. El acto de la plaza de Mayo podría funcionar como un llamado de atención: hay otro.

Es muy interesante que las dos fuerzas en las que insinúa organizarse hoy la vida pública cultiven una faceta espiritualista. Recuerdan al célebre Charles Péguy, quien reclamaba, en contra de Jean Jaurès, un socialismo auténtico que sólo podría alcanzarse con una lucha mística: “Todo empieza en el misticismo y termina en la política”, afirmaba Péguy. La vieja y peligrosa tentación de convertir el mito en logos.


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