Los titulares aturden. Un peón se viraliza contando que lo echaron como un perro. La hija de un marinero marcha con una antorcha en medio del frío patagónico. Una columna de obreros de Georgalos se sube a la Panamericana con una bandera: “Ni desocupados afuera ni esclavos adentro”. El FMI ordena a dos funcionarios de Caputo que viajen inmediatamente a Nueva York. Una mujer abraza a su hijo friolento; le cortaron el gas y la electricidad. Un trabajador eléctrico se presenta como “bombero de la luz” y asegura que podría estar solucionando los cortes pero lo echaron. Dos hombres y un bebé en situación de calle mueren por la ola polar. Milei va con su supuesto perro a la tele y dice que está haciendo el mejor gobierno de la historia. Una asamblea obrera en Molinos vota rechazar por quinta vez el ataque del millonario Pérez Companc. Daniel Scioli dice que “Argentina está de moda”. Una enfermera del Garrahan participa de una operación inédita de útero: tiene el salario congelado pero el corazón caliente. La CGT saca un comunicado y hace un programa de streaming. Axel Kicillof dice que tiene un escudo.
Uber: metalúrgicos al volante
Diego pregunta a dónde vamos. Al parque industrial. ¿Trabajan ahí? No. Yo sí. Hago televisores y después hago Uber. También vendo artesanías de madera. Sí, muchos compañeros hacen Uber. Y muchas metalúrgicas hacen celulares y después son mozas. ¿Pero no son privilegiados en Tierra del Fuego? Silencio. Acá los pibes se cagan de frío en invierno aunque produzcamos el 20 % del gas de Argentina. Estás 9 horas encerrado en la fábrica, salís, te tomas unos mates, salís de nuevo, a las 9 llegás a tu casa, cocinás y estás muerto. No tenés vida. Te la regalo.
Diego es parte de la famosa “uberización” de la clase trabajadora. No ya como categoría sociológica, sino como destino concreto y rodante. Igual que los choferes metropolitanos que fueron a la huelga en mayo o los azucareros norteños que enfrentan los despidos en los ingenios. Bajás del colectivo o salís de la línea y te subís al Uber. El pluriempleo aumentó un 50 % desde la pandemia. La sobreocupación, o sea quienes trabajan más de 45 horas semanales, también crece.
La explicación es sencilla. Los salarios están casi congelados, y no solo ahí, en el fin del mundo. Hace un par de años tenía un buen sueldo, sigue Diego. Ahora no alcanza. Y eso que, como los medios porteños, sus compañeros más jóvenes lo consideran un privilegiado. Es efectivo. Más de la mitad de las electrónica fueguinas tiene contratados y “PPD”, una especie de temporales. Bárbara tiene poco más de 20 y recuerda cuando le hicieron el primer contrato por tres meses, y no por uno. ¡No puedo creer! Pellizcáme, le decía a mis compañeras. Se ríe.
Hay una escala más abajo: los monotributistas. Trabajás para el gigante Mirgor, que te impone ritmos, horarios y salarios, pero “con factura” y la mitad del sueldo.
Ni esclavos ni desocupados
La bandera de los despedidos de Georgalos resume uno de los dilemas actuales. El sector Chocolates de la planta fue uno de los que empezó a sufrir el plan de guerra de Miguel Zonnaras, el millonario dueño del Mantecol. La bronca obligó al sindicato a convocar un paro, que tuvo una adhesión total. Del sector pero también del resto. Se la ven venir. La respuesta de la empresa mostró que está envalentonada, impune. Echó a 5 laburantes con más de 20 años de fábrica. Muchos tienen el “convenio Mantecol”, que ya flexible. Quiere decir que entraron a esa planta 6.000 veces, que pasaron 48.000 horas en las máquinas, que sacaron toneladas de chocolates y golosinas, que le hicieron ganar millones de dólares a los Zonnaras.
Pero los empresarios tienen un plan. Le quieren “aumentar los golpes a la máquina”. La de hacer fortunas a costa de los músculos y el sudor obrero. Quieren más platita.
Lo mismo hizo Luis Pérez Companc, dueño de Molinos Río de la Plata. Decidió recortar los sueldos y condiciones laborales de las y los trabajadores de la planta de Ezeiza. Como no aceptaron y pararon, echó a 10. Ahora avisó que echa a 10 más. Para que entiendan. La asamblea obrera votó que en contra del chantaje empresario. La guerra está en curso.
Si uno recorre otros apellidos y otras marcas, puede ver un hilo que las une. Una decisión del capital de avanzar en la explotación de la fuerza de trabajo. Esa es la estrategia. Las tácticas varían. Bridgestone echó masivamente. Fate despidió para imponer un cambio del sistema de trabajo. Dánica hizo lock-out para reestructurar la fábrica. Secco provocó con recortes y cuando llegó el lógico reclamo despidió. Granja Tres Arroyos tiene el récord: recortó el salario, aplicó una flexibilización, despidió y no paga las indemnizaciones. Las ceramistas congelaron el salario y despidieron a mansalva. Dass y Kimberly cerraron para abrir con salarios más bajos en otras provincias.
Si uno amplía el foco, cada uno de esos ataques es una batalla del plan de guerra. Algunos lo llaman “peruanización”, o sea el intento de configurar un país (todavía) más entregado al imperialismo, con un 70 % de precarización, salarios más bajos en dólares, los bienes comunes naturales totalmente entregados. La reforma laboral, uno de sus capítulos principales, puede llegar por el Congreso, como la Ley Bases o por la vía de los hechos, como estamos viendo en esa guerra civil larvada que estamos viendo en muchas empresas. Y en los Estados.
La motosierra y el escudo de humo
Milei gobierna con crueldad, es cierto. Pero en esa pasión salvaje hay razones claras. El libreto está escrito por el FMI y el capital financiero, que tiene varios empleados en el gabinete.
Un régimen cuyas principales políticas económicas están orientadas a conseguir dólares para la fraudulenta deuda con el Fondo y los buitres. Un régimen que aumenta mes a mes sus prácticas autoritarias, represivas y policíacas. Desde la represión a las protestas hasta la proscripción a Cristina Kirchner y el encarcelamiento de militantes. Que abraza con nostalgia los métodos de “La Fusiladora” (1955), que tiró a Perón antes de ir por lo más importante: las conquistas y resistencias obreras. Por eso hoy podemos bautizarlo “neolibertador”.
Como la tragedia original, la farsa “libertaria” está ligada a los mismos intereses imperiales. Y no duda ni aunque los buitres norteamericanos quieran robarse YPF.
Hay que decir algo. Ese libreto fondomonetarista hoy lo tiene en sus manos Milei. Lo aplica. Subraya capítulos, frases. “Radicaliza” alguna medida. Pero el peronismo, la otra fuerza política, no lo cuestiona realmente. Se divide entre los que ni se quejan y los que proponen “renegociar”.
En cualquier caso, es un discurso y un slogan para las elecciones de octubre y sobre todo las de 2027. Mientras tanto, no ofrece resistencia. Más bien replica el ajuste donde gobierna y despierta rebeliones como la docencia de Catamarca o los estatales de Córdoba.
El caso más notable es el de Axel Kicillof. En medio de la crítica interna peronista, se ha postulado como “la esperanza” anti-Milei. Y se le ha ocurrido como slogan que tiene un escudo. Un escudo para defender los derechos en riesgo y frenar a LLA.
El famoso escudo parece fallado, no para una. Como contamos en este video, en “la” Provincia es donde las patronales más golpean con su plan de guerra. Reformas laborales y despidos antisindicales. Un ejemplo irrefutable es lo que pasa cuando se desata un conflicto. El Ministerio de Trabajo dicta la conciliación, los sindicatos la cumplen y los empresarios no. Sostienen el ataque. Kicillof, teniendo todos los medios a su alcance, deja correr a las patronales, les muestra que en esa está de su lado.
Tiene lógica. El hombre está atado a compromisos con la CGT, podríamos decir “con lo peor de la CGT”. También con los industriales nacionales a los que “habla con el corazón”. Pero además se prepara para una reunión con AEA, los dueños del país.
Mientras pacta, agita para la tribuna su escudo de humo. Esa complicidad fue la que denunció “Nico” del Caño mientras acompañaba a los despedidos en la protesta, frente a la escuadra de Gendarmería.
Vamos a luchar hasta el final
Diego sigue manejando. En Buenos Aires están apaleando a los jubilados, le están quitando los remedios. Mi viejo tiene Parkinson, ¿cómo hace? 300 lucas gana de jubilación y laburó toda su vida. No se quiere distraer pero se calienta. ¿A dónde está la CGT? ¿Qué me van a venir a decir? Para mí esto es como en un incendio. Hay varios focos, ¿viste? Hay varios focos y eso el gobierno todavía lo tiene controlado. Tendrían que unificarse, qué sé yo.
Es que la clase productora, la que fabrica los televisores, chocolates o devuelve la luz, también es la clase que resiste. Lo dijimos cuando comenzaba el año. En 2024 hubo 1.000 acciones conflictivas, paros duros en gremios claves como Aceiteros, Colectivos, Aeronáuticos, Ingenios o portuarios. Dos impresionantes marchas universitarias y dos paros generales. Hubo más resistencia de la que dicen los grandes medios (o incluso uno siente), aunque menos de la que se necesita.
Esa tendencia se mantiene. Lo vemos en los conflictos que surgen desde Río Grande (Tierra del Fuego) hasta Ledesma (Jujuy). En los procesos que hemos visto en la UTA, cuestionando a la burocracia. En los conflictos duros de Georgalos, Molinos o Secco. En la persistente lucha del Hospital Garrahan y los residentes de distintos hospitales. En las huelgas docentes, en las escuelas y universidades. Los paros estatales en Córdoba, la masiva movilización en Catamarca, los portuarios y marineros de la Patagonia. En la ocupación de Morvillo. En las luchas del INTI, el INTA, Vialidad y todos los organismos que quieren liquidar. En las rondas de los jubilados y los “combates” como los del 12 de marzo en Congreso. Tomando el Observatorio de Trabajo y Derechos Humanos FSOC-UBA, que mide la conflictividad laboral pero también social y estudiantil, las “acciones conflictivas” crecen todos los meses de 2025, comparado con los mismos períodos de 2024.
Es cierto que también cambian las “formas de expresión”. La tregua de la CGT y las burocracias universitarias hacen surgir “muchos fuegos”, como dice Diego, pero aquellas evitan unirlos. El activismo va a conflictos duros pero no se quiere regalar ante la entrega burocrática y la impunidad patronal, entonces busca otras medidas para juntar fuerzas.
Por eso, la prepotencia de Milei de que se terminó “la extorsión”, “el conflicto de la casta” se choca con la Argentina contenciosa, de la disputa y la movilización que siempre reaparece. El lamento y el “no hay clima” del peronismo se choca contra los conflictos abiertos por los ataques patronales o el fin de la paciencia obrera.
El clima “enrarecido”, belicoso, se ve con preocupación desde las ventanas de Azopardo. Una parte de la CGT, la mayoría, mandó un representante al “Consejo de Mayo” (o “Cipayo” como dijo Myriam Bregman). Está dispuesta a consensuar el plan de Milei. Otro sector de gremios marchó en el lanzamiento del “Frente de Lucha por la soberanía, el trabajo digno y los salarios justos”. Encabezados por la CATT (transporte), se movilizaron pero sin huelga al Ministerio de Desregulación. Sin dudas esas banderas podrían ser un punto de acuerdo para convocar paros fuertes y movilizaciones unitarias contra la motosierra. Algunos recordaron el MTA de Moyano y la UTA en los 90. No parece que le dé el cuero todavía. Ni que se lo propongan. Si quieren ganarse respeto deberían convocar un plan de lucha serio.
La izquierda no quiere reflotar ningún frente gremial encabezado por algunos “viejos conocidos” que busque contener esos “fuegos” para que no se unan y esparzan por la pradera seca. Tampoco que los “fuegos” sean utilizados para la cocina electoral, como hizo Moyano en los 90. Pero cuéntenos para la unidad de acción contra Milei y los empresarios.
Una izquierda de la lucha de clases, antimperialista y anticapitalista
Estamos en épocas decisivas. En un mundo atravesado por la crisis, donde suenan los tambores de guerra. En un país donde una derecha autoritaria quiere imponer un régimen cada vez más autoritario y rendido al imperialismo.
Pero “debajo” de esos nubarrones están las peleas que acá contamos. Aunque muchas sean defensivas, son las batallas que anticipan otro futuro posible. No el que propone el peronismo. Como dijo Bregman en una entrevista esta semana, «Si vamos a hacer un muro, que no sea el muro de los lamentos, sino es dejar hacer. Me preocupa que toda protesta, que toda discusión esté puesta en una estrategia electoral y no hay alquimia electoral que te salve».
La izquierda clasista está en cada lucha, no hace falta repetirlo. Está “por la unidad”: la unidad en las calles. Pero cada conflicto, cada elección, está puesta al servicio de construir otra salida.
Es lo que discutieron las agrupaciones clasistas que se reunieron en Ferro el 1.° de mayo, con estudiantes, jubilades, militantes. Queremos que la influencia política y electoral de la izquierda sea un punto de apoyo para fortalecer cada conflicto, para multiplicar nuestra organización militante en los lugares de trabajo, de estudio, en los movimientos y las calles.
No solo para reincorporar los despidos, romper el techo salarial, defender a cada delegado de base y el derecho de huelga. No solo para recuperar los sindicatos, las comisiones internas, los centros de estudiantes o crear nuevas organizaciones de combate. También para pelear por una salida de fondo. Contra quienes vienen colaborando con la “gobernabilidad” de Milei y las patronales, desde el PJ y contra quienes quieren arrastrarnos a la resignación porque “no da la relación de fuerzas”, necesitamos poner en pie una gran fuerza política de la clase trabajadora que impulse la movilización y organización de los millones que conformamos la mayoría de la sociedad. Necesitamos poner cada batalla en el camino de la derrota del “régimen neolibertador”, preparando y preparándonos para el “Cordobazo del siglo XXI”, la huelga general política que paralice el país, movilice a millones y ponga en debate quién tiene el poder.
El escudo que necesitamos es la lucha de clases. Un escudo para resistir hoy pero también para la batalla por cambiar la historia, con una salida anticapitalista y socialista.
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Lucho Aguilar
@Lucho_Aguilar2
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.