viernes, 11 julio, 2025

Estados Unidos y Brasil coinciden en la apuesta por los biocombustibles

La caída de los precios agrícolas genera lógica preocupación. Venían repuntando en los primeros días del mes, tras bajar sin prisa y sin pausa desde principios de año. Pero sólo el lunes perdieron todo lo que habían ganado la semana pasada.

Algo de esto imaginé el domingo, cuando miraba por Golf Channel el John Deere Classic, un campeonato donde se lucía el chaqueño Emiliano Grillo, que finalmente perdió en el desempate. El evento tuvo lugar en las Quad Cities, en el centro del Corn Belt, donde la emblemática empresa de maquinaria agrícola tiene su cuartel general. En pleno corazón del Corn Belt, al borde del río Mississipi, que separa los estados de Illinois y Iowa.

De pronto, veo que se abren los paraguas. Empieza a llover y la producción del programa exhibe las imágenes del radar meteorológico. Lluvia por todos lados.

Pienso: es 6 se julio. Los maíces entrando en floración. Y recordé lo que comentaba un viejo operador de Chicago: “Si llueve en Chicago durante la rueda, los precios se derrumban. Nadie espera ver si llovió bien en todos lados”.

La razón del repunte de la semana anterior respondía a que el monitor de sequía mostraba algunos manchones amarillos (sequía incipiente) precisamente en esa zona. Nada alarmante, pero siempre entrar en julio significa introducirse en la excitación del “wheather market” (mercado climático). El clima pasa a ser determinante. En particular para el maíz. Pero ya sabemos que maíz y soja al final del día van juntos. El cornbelt es también el soybelt. Aunque Brasil sea cada vez más terminante, el partido de los precios se sigue jugando en Chicago.

Y bueno, sucedió. Los precios bajaron ayer un 4%. Falta jugar la mitad del primer tiempo y todo el segundo. La soja define el rendimiento en agosto, pero por hora es casi seguro que (si no viene un ola de calor) estamos frente a una gran cosecha de maíz. Y posiblemente también de soja.

Frente a este panorama, que asegura una oferta génerosa, pasa a primer plano la necesidad de conocer el panorama de la demanda. Tanto la de maíz como la de soja, en este caso el principal producto de la canasta exportadora argentina. Entre poroto, harina y aceite aporta más de 20 mil millones de dólares por año. El principal factor que promete modificar la demanda está relacionado con los biocombustibles. Tanto biodiesel convencional como el “SAF”, que se destina a la aeronavegación. Y también el etanol, que implica mayor demanda de maíz.

Por el lado del etanol, es buena la noticia de que Brasil decidió un fuerte aumento del corte desde el mes que viene. Ellos están expandiendo mucho l producción de maíz, donde apuntan a desplazar a los Estados Unidos y convertirse en los primeros exportadores mundiales. Esto es bueno para todos, frente al aluvión de lo que es hoy el producto agrícola de mayor volumen a nivel mundial.

Para la soja, la buena noticia es que el 15 de junio, la agencia ambiental de los EEUU (EPA) lanzó al ruedo su propuesta de aumentar un ¡67%! el uso de biodiesel.

Según Luiz Fernando Roque, Coordinador de Inteligencia de Mercado de Hedgepoint, para 2027, la propuesta apunta a una mezcla aún mayor (5,86 mil millones de galones), pero en este informe Hedgepoint Global Markets analiza las previsiones para 2026 en la construcción de escenarios. «La EPA recibirá opiniones y comentarios sobre el tema en línea hasta el 8 de agosto. Después, deberíamos tener noticias sobre el progreso de la propuesta», afirma.

La capacidad de crushing (molienda o molturación) de soja asciende actualmente a 69,4 millones de toneladas anuales en EE.UU., según datos de abril de la Asociación Americana de la Soja (ASA).Ya hay proyectos en marcha y previstos para los próximos meses para aumentar la capacidad actual, que incluyen ampliaciones en plantas existentes y/o la construcción de nuevas plantas en los estados de Dakota del Sur, Kansas, Illinois, Ohio y Luisiana.

Estos proyectos, si se completan antes de 2026, deberían aumentar la capacidad de crushing de EE.UU. en 5 millones de toneladas al año, pasando de las 69,4 actuales 74,5 en 2026. Paradójicamente, es una mala noticia para la Argentina, el mayor exportador mundial de harina de soja. Es decir, la derivación de un aumento de la demanda de aceite es un incremento de la competencia para la harina argentina. Pero sea como sea, al final del día cualquier cosa que incremente la demanda de los básicos agrícolas, en este contexto de abundancia, es una buena noticia. Para la economía agropecuaria y para el medio ambiente.

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