Nada que haya sorprendido: lo sucedido el jueves en el Senado era cantado. El Gobierno sabía que el Senado le infligiría una derrota categórica. Y eso fue lo que ocurrió.
No hay lógica en los comportamientos del Presidente. . . ¿O sí? Todo está muy revuelto tanto puertas afuera como adentro. Javier Milei llamando “traidora” a Victoria Villarruel, a cuyo denuesto se sumó con vehemencia Patricia Bullrich. La vicepresidenta, a su vez, llamando “terrorista” a la ministra de Seguridad. Guillermo Francos, por su parte, señalando que Villarruel había actuado según lo marcan los reglamentos del Senado. Santiago Caputo y Karina Milei cada vez más peleados. Los pocos puentes de diálogo con los legisladores y gobernadores “dialoguistas”, rotos con la necesidad imperiosa de reabrirlos para evitar que el inminente veto presidencial sea revocado. En fin, un verdadero aquelarre.
Los rostros de la mayoría de los asistentes al acto en la Bolsa de Comercio en el que habló Milei fueron harto elocuentes: sorpresa, azoro, desconcierto, preocupación y poco espíritu celebratorio. Nadie ve un futuro venturoso más allá de los logros indiscutibles que en algunos rubros el Gobierno ha obtenido. A ningún inversor entusiasma una nación con una dirigencia política tan patológica como la de nuestro país. El dólar inquieto de los últimos diez días es producto de esto. Se conocen algunas situaciones de tensión entre Milei y Luis Caputo. El ministro todavía está pagando el costo por la bravuconada que se mandó hace unos días con el dólar, que le está saliendo cara al Banco Central. “El dólar flota. Si tienen pesos y creen que el tipo de cambio está baratísimo, compren”, afirmó Caputo. Lo escuchaban unos 700 ejecutivos que se inquietaron ante las expresiones con aires de canchereada con las que el ministro intentó desafiar a quienes critican la política económica del Gobierno. Nadie se las sabe todas, y al que así lo crea la realidad se encarga de darle su lugar.
Esto no les gusta a los autoritarios
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Se está repitiendo un clásico de la Argentina para el cual, hasta aquí, el Gobierno no ha encontrado aún la solución: la falta de dólares. A eso contribuye el dólar barato, que significa que el país es caro. Eso representa una puerta abierta para la salida de divisas y no solamente para los pocos que pueden darse el gusto de viajar y gastar su dinero en el exterior. Un hombre de negocios expresó su preocupación en términos dramáticos: “Volvemos a los extremos de una dirigencia que, más allá del color político, no deja de pegar volantazos. Alguna vez nos tiene que tocar un líder moderado, aunque todos somos responsables de lo que hay”.
La narrativa maniquea entre buenos y malos la usó el kirchnerismo hasta el hartazgo. Ahora trae insultos
No hay dudas de que la intransigencia de Javier Milei se acentuó luego del plantón que los gobernadores le enrostraron con su ausencia al acto por el 9 de Julio. La rebelión había comenzado semanas atrás, cuando se materializaron los reclamos por un reparto más acorde de la coparticipación. Enseguida aparecieron los primeros papers que terminaron traducidos en proyectos de ley. Hasta allí el diálogo era conducido por Guillermo Francos –como es habitual– pero, al parecer, el Presidente tenía otros planes y necesitaba la excusa perfecta para llevarlos a cabo. Veamos. El equilibrio fiscal es innegociable y al Gobierno le quedaban pocas fichas por jugar a la hora de contener el reclamo de los mandatarios provinciales. En realidad, con razón o no, no tenía el más mínimo deseo de ceder en sus objetivos de política económica. Tampoco hay dudas de que la verborragia del Presidente no ha nacido luego del acto fallido en Tucumán. Si no había demasiado para ofrecer en la negociación, qué mejor que tensar la cuerda para exponer a quienes quieren “destruir al Gobierno”. El relato maniqueo entre buenos y malos, amigos y enemigos, es algo que ya había utilizado el kirchnerismo hasta el hartazgo. Una película trillada que ya nos han contado. Sin embargo, ahora viene en remake con insultos para propios y ajenos, y nuevos estallidos de furia. Una carta que, además de sostener los objetivos macroeconómicos, sirve para fidelizar la tropa propia aunque siempre sean los mismos los que tienen que salir a juntar los platos rotos. Habrá que ver cuánto más soporta el vapuleado grupo dialoguista que todavía cree que vale la pena hacer política.
Si todo este acting fue planeado o espontáneo, poco importa ya. El Presidente sabe que tiene margen para este tipo de maniobras mientras las encuestas le muestren números a su favor. “Jodan todo lo que quieran, los espero el 11 de diciembre”, desafió a todos en alusión a que, luego de las elecciones, con más diputados y senadores logrará revertir todas las leyes que la oposición pueda aprobar hasta fin de año. Habría que recordarle al primer mandatario que, en última instancia, ese es el juego de la democracia. ¿Para qué tanta furia entonces?
Los riesgos de un modelo político y comunicacional taxativo, agresivo y con una alta cuota de chicana y soberbia están a la orden del día. El caso del avión privado que llegó a Aeroparque el 26 de febrero proveniente desde Miami, cuyo equipaje no pasó por la revisión de rutina, es otra muestra de que las cosas no siempre son tan terminantes. El periodista Carlos Pagni había dado a conocer esa información, lo que le valió una catarata de críticas del coro oficial. Sin embargo, los fiscales Claudio Navas Rial y Sergio Rodríguez presentaron un dictamen en el que reconstruyeron los detalles de ese arribo con, al menos, diez bultos de equipaje. Manuel Adorni había dicho que era “imposible” que hubiera ingresado equipaje sin control, que se hicieron todos los controles de rutina y que la pasajera Laura Belén Arrieta solo había entrado al país con un carry on. La Justicia mostró lo contrario y seguirá investigando el caso, cuyas imágenes significaron un baldazo de agua fría para el Gobierno.
La negación y la confrontación sistemática no pueden ser una política de Estado para un país que trata de reconstruirse y salir adelante en paz y con normalidad.