domingo, 27 julio, 2025

Uruguay: un colador en seguridad que demuestra la inoperancia de las autoridades

En un alarmante despliegue de ineptitud institucional, un ciudadano iraní cruzó caminando la frontera entre Uruguay y Brasil en Rivera-Livramento, se subió a un ómnibus rumbo a Montevideo sin que nadie lo cuestionara, y atravesó el Aeropuerto Internacional de Carrasco con un pasaporte israelí falso, embarcándose en un vuelo hacia El Salvador.

No fue hasta que las autoridades salvadoreñas, aparentemente más despiertas que las uruguayas, detectaron el documento fraudulento y lo devolvieron que el sistema de seguridad local finalmente reaccionó. ¿La respuesta oficial? Un encogimiento de hombros y la afirmación de que el individuo “no tiene vínculos con organizaciones terroristas”. Esto no es solo incompetencia; es una acusación contundente contra un sistema tan permeable que invita a la catástrofe.

El incidente, ocurrido en julio de este año, expone una realidad escalofriante: las fronteras y aeropuertos de Uruguay son un libre acceso para cualquiera con intenciones dudosas. El individuo, cuya identidad apenas se detalla en los informes oficiales, cruzó uno de los puntos fronterizos más transitados del país sin que nadie le prestara atención.

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Luego viajó 500 kilómetros hasta la capital, sin ser molestado, antes de pasearse por un aeropuerto internacional con un pasaporte tan claramente falso que las autoridades de El Salvador lo detectaron de inmediato. Solo al regresar forzosamente a Carrasco fue detenido y posteriormente condenado a prisión por uso de documento falso. Pero el daño ya estaba hecho: un reflector implacable sobre el desmoronamiento del sistema de seguridad uruguayo.

| Redacción

El intento del gobierno por minimizar el incidente es tan indignante como predecible. Mario Layera, jefe de la Secretaría de Inteligencia Estratégica del Estado, ofreció la tibia garantía de que no hay evidencia que vincule al individuo con grupos como Hezbollah. Esto pasa por alto el punto central. En un mundo de tensiones geopolíticas exacerbadas, con Irán e Israel en un enfrentamiento volátil, el solo hecho de que un ciudadano iraní porte un pasaporte israelí falso debería activar todas las alarmas del sistema. ¿Es necesario que Uruguay espere una prueba irrefutable —o algo peor— para tomarse en serio sus fronteras?

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Esto no es un desliz aislado. La frontera Rivera-Livramento lleva tiempo siendo un colador, conocida por su escasa vigilancia. Pero la podredumbre va más allá de la frontera. Carrasco, promocionado como un aeropuerto moderno, no detectó un documento que no pasó el filtro en El Salvador. ¿Dónde están los escáneres de última generación, el personal capacitado, la mínima competencia? La respuesta del gobierno —una promesa a medias de “fortalecer los controles”— es un insulto para una ciudadanía ya golpeada por revelaciones de mala gestión municipal y colapso fiscal en lugares como Montevideo y Canelones. Los líderes uruguayos, ya sean del Partido Nacional o del Frente Amplio, parecen conformes con gobernar un país donde la seguridad es una ocurrencia tardía.

| Redacción

Desde una perspectiva dura, esto no es solo un error; es una traición. Los políticos de todos los colores han cambiado la vigilancia por discursos vacíos sobre apertura e inclusividad, dejando a Uruguay vulnerable a la explotación. No se trata de sembrar miedo, sino de enfrentar la realidad. Un pasaporte falso, particularmente uno ligado a una nación tan cargada geopolíticamente como Israel, en manos de un ciudadano iraní, es una alarma ensordecedora. Que haya sido necesario que otro país expusiera la negligencia de Uruguay es una humillación. El sistema no solo falló: nunca estuvo diseñado para triunfar.

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El camino a seguir exige más que promesas. Uruguay necesita una reforma total de su seguridad fronteriza y aeroportuaria. Invertir en tecnología que funcione. Capacitar a los agentes para que hagan su trabajo. Y, sobre todo, adoptar una mentalidad que coloque la seguridad nacional por encima de las posturas políticas. La alternativa es sombría: un país que sigue siendo un blanco fácil, una puerta trasera para quienes explotan la debilidad. Uruguay no puede permitirse ser el eslabón débil de la región. Si este fiasco no es una llamada de atención, la próxima puede llegar con un costo mucho mayor.

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