jueves, 28 agosto, 2025

Perdimos la capacidad de asombro

Nos pasa de largo lo que antes nos estremeca. El vrtigo de este tiempo hace que un da veamos a Donald Trump sentado frente a Vladimir Putin, y al otro al mismo Trump amenazando a Venezuela como si la poltica internacional fuera un reality show de los que nos venden cada noche en la pantalla.

Cambian los escenarios, se modifican los actores, pero lo que permanece es nuestra pasividad, nuestra capacidad de mirar sin mirar, de no conmovernos.

En nuestro pas escuchamos audios que desnuda un esquema de coimas y sobornos sobre los sectores ms vulnerables, como la discapacidad. Y, sin embargo, el presidente sigue en su cargo, firme, blindado, como si nada. No debera eso sacudirnos? No tendra que ser motivo de indignacin colectiva? Y sin embargo seguimos, como anestesiados.

Mientras tanto, en la Franja de Gaza los nios mueren bajo bombas del Estado de Israel. Nos enteramos, lo vemos en imgenes en alta definicin, y pasamos a la siguiente noticia. En otro tiempo, semejante barbarie hubiera desatado protestas, marchas, solidaridad masiva. Hoy se diluye entre posteos, memes y trending topics que duran lo mismo que un pestaeo.

Quizs fue cuando le gatillaron a Cristina Fernndez de Kirchner en la cara y el disparo no sali. Quizs fue ah donde dejamos de asombrarnos. Porque lo increble, lo impensado, lo intolerable, sucedi frente a nuestros ojos y aun as no reaccionamos. Y ahora Cristina est proscrita, encerrada en un juicio armado de errores jurdicos tendenciosos, y el pueblo apenas susurra.

La lista es interminable. Cuando Santiago Maldonado desapareci en un ro del Sur, cuando los 44 del ARA San Juan se hundieron y nunca volvieron, cuando Macri recibi a sus familiares en pantuflas, en jogging, como si se tratara de una incomodidad ms en su agenda, luego los espi igual que  a los suyos. O cuando los jubilados son golpeados en la calle por reclamar lo mnimo. O cuando vemos a los discapacitados protestar por pensiones recortadas y nadie se inmuta.

Tecnologa, indiferencia y la fatiga de la sorpresa

Desde que los smartphones, las redes sociales y plataformas de video se convirtieron en nuestra ventana principal al mundo, la mirada colectiva se domestic. Sherry Turkle, sociloga del MIT, advierte que hemos reemplazado las verdaderas conversaciones por conexiones digitales superficiales que agotan nuestra empata. Un estudio de UCLA lo comprob: chicos de sexto grado que pasaron apenas cinco das desconectados de pantallas mejoraron notablemente en su capacidad para leer emociones humanas.

La psicologa le puso nombre a otra parte del fenmeno: compassion fade, el desvanecimiento de la compasin. Nos cuesta ms empatizar a medida que crece el nmero de vctimas. Miles de muertos se nos vuelven estadsticas, no tragedias. Y en un mundo hiperconectado, donde vemos crisis mltiples en simultneo, esa anestesia opera en piloto automtico: no reaccionamos porque ya no sentimos.

Ejemplos sobran. En Irlanda, un hombre agonizaba ahogndose en un ro y varios lo grabaron con sus celulares en lugar de socorrerlo. Convertimos la tragedia en contenido, en espectculo, y perdimos la dimensin de lo humano.

Races ms profundas

Claro que el problema no empieza ni termina en las pantallas. Viene de ms lejos. Desde la dictadura en adelante, la derecha conservadora encontr la manera de convencernos de que eran la opcin ms confiable, pese a haber dejado al pas con represin, deuda y hambre. Menem, De La Ra, Macri, Milei: promesas calcadas que nos vendieron una y otra vez. Y aun despus del corralito, de las superinflaciones, de los endeudamientos eternos, la gente vuelve a elegirlos. Quizs el antiperonismo sea tan fuerte como el peronismo mismo, y ese choque nos ciegue.

La historia argentina est llena de ejemplos diseados para anestesiar: desde la forma en que fue asesinado y expuesto el caudillo riojano ngel Vicente «Chacho» Pealoza en 1863 -su cuerpo decapitado y su cabeza exhibida como advertencia- hasta la reciente indiferencia frente al hambre de los jubilados o a los cuerpos desaparecidos de nuestros compatriotas. A leccionar, a disciplinar, a ensear que el dolor ajeno no debe doler.

Cmo revertirlo?

No todo est perdido. Los mismos estudios que muestran nuestra desconexin sugieren caminos de regreso. Volver a la conversacin cara a cara, recuperar el silencio, el contacto visual, lo humano. Practicar la empata activa: detenernos un momento frente al dolor del otro, preguntarnos qu siente, qu necesita, en lugar de pasar la pantalla. Narrar historias identificables: un nombre, un rostro, un nio, un anciano. No estadsticas, no porcentajes.

Perdimos la capacidad de asombro. Y lo ms grave no es haberla perdido: lo ms grave es que ya ni siquiera nos asombra haberla perdido. Pero quizs, si nos damos el tiempo de escuchar de nuevo, de mirar sin pantallas de por medio, podamos empezar a recuperarla.

Un mundo convulsionado

Vivimos en un mundo convulsionado, atravesado por cambios repentinos, continuos, estrepitosos, que no nos dan tiempo de procesar todo lo que estamos viviendo. La velocidad de los hechos nos arrastra y, en esa vorgine, perdemos la capacidad de detenernos, de comprender en profundidad lo que ocurre.

Tal vez por eso naturalizamos lo que debera sacudirnos. Vemos a alguien tirado en la calle y pasa a ser parte del paisaje. Se vuelve invisible, se convierte en parte del escenario que transitamos a diario y, casi sin darnos cuenta, lo ignoramos con indolencia, como si el dolor del otro no tuviera derecho a interrumpir nuestra rutina.

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