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Los millennials comienzan a entender que las redes sociales que alguna vez frecuentaron y también, ayudaron a consolidar, se convirtieron en circuitos de consumo, refugios del odio y la frivolidad. A falta de un espacio donde debatir ideas, mantener contacto con amigos y compartir sus historias, comienzan a exiliarse de estas murallas de cristal.
Un estudio de la compañía de investigación GlobalWebIndex (GWI) reveló que los millennials (los nacidos entre 1981 y 1993) y una parte de la Gen Z (1994-2010), por primera vez, le están dando la espalda a estas plataformas sociales.
La firma, que entrevistó a casi un millón de usuarios de entre 16 y 64 años en 47 países, indica que los millennials adoptaron estas redes para vincularse con sus pares, pero también, escuchar a personas influyentes, informarse y participar. Una práctica que hoy es marginal.
Las relaciones humanas fueron reemplazadas por métricas de rendimiento como el marketing de influencers, el engagement, las tasas de conversión y el ROI. En la dictadura del algoritmo, lo que no es viral, no sirve.
Los primeros pobladores digitales
Los jóvenes, desencantados con el rumbo de las redes.Para los habitantes de la primera generación de redes sociales, la impresión que produce esta segunda fundación es una mezcla de indiferencia, nostalgia y frustración. La sensación que muchos perciben es de final de fiesta.
Los millennials, como indican un editorial de Wired, crecieron a la sombra de Blogger, Tumblr, Twitter y Facebook. Allí establecieron sus comunidades, impusieron la creatividad y el respeto como norma. Estos sitios desempeñaron un papel clave en la configuración de sus entornos sociales y trayectorias profesionales.
Aquellas primeras redes, que hoy parecen una utopía, han dejado de existir. El componente social fue sustituido por canales de entretenimiento en donde las peleas domésticas o los accidentes fatales son presentados como una ocurrencia. Son víctimas del deterioro cultural impulsando por Meta (Instagram), ByteDance (TikTok) y X (Twitter).
Frente a este nuevo enfoque de la realidad, Twitter perdió el norte e Instagram está plagado de influencers que ponderan tratamientos faciales y dan consejos sobre alimentación. TikTok, que parecía una alternativa a YouTube, se asemeja cada vez más a un almacén de saldos, en donde toda la mercadería tiene el mismo color.
Mientras que aquellos usuarios que conservaron su red de cobertura en Facebook, se están dando cuenta que todavía es una alternativa a las plataformas anteriores. Junto con YouTube, es una de las pocas redes sociales donde se preservan los códigos originarios.
“En Instagram sigo a todos mis amigos, pero en el feed, nunca me aparecen sus publicaciones. Al menos en Facebook la prioridad sigue siendo los contactos y puedo estar al tanto de lo que le sucede a gente que hace mucho que no veo pero que le guardo cariño”, cuenta Sebastián Danna, 35 años, comerciante.
La rueda de la fortuna
Millennials dieron el impulso a las actuales redes sociales.Como si fuera un pasaje de oportunidades, estos refugios digitales se llenaron de etiquetas comerciales, basadas en datos supervisados por una inteligencia artificial. Así, se comenzó a priorizar los beneficios sobre la experiencia del usuario y la conexión genuina se fue neutralizando.
Tras los nuevos ajustes, el gran objetivo de los desarrolladores de estas estructuras no es ofrecer un buen servicio sino mantener la rueda publicitaria en movimiento, ganar dinero a través de suscripciones, compras o productos basados en el comportamiento del consumidor.
Para conservar las apariencias, realizan cambios superficiales en sus plantillas, algo que promocionan como un salto hacia un futuro que nunca llega. Todo para poder mantener la atención bien alta. Un bien que se disputan docenas de aplicaciones similares.
Esta nueva economía social se basa en el talento de los influencers. Estos «recomendadores» seriales son elegidos por su empatía y su imagen sana. Pero también, por su número de seguidores, ya que se busca que sean un difusor de amplio espectro.
En muchos países son cuestionados por su falta de ética. Ya que no transparentan si reciben una compensación por su asesoramiento integral. La delgada línea que separa la opinión honesta de la publicidad encubierta es demasiado borrosa.
“Al principio, por su carisma y la seguridad con que me hablaban, confié en que era verdad lo que me mostraban. Hasta que me di cuenta que era una trampa. Si hacías clic en el producto que estaba examinando, te llevaba hasta una página para comprarlo. Desde entonces, nunca más volvía a fiarme de sus prédicas”, indica Gladys Nella, maestra, 38 años.
Llegan nuevos horizontes
Los millennials siempre tuvieron en claro los riesgos que suponía compartir demasiada información personal en las redes sociales, tanto por un tema de seguridad como para su reputación.
El primer indicio de lo que se avecinaba fue ser más selectivos con quienes se relacionaban y también, evitar la ostentación y la superficialidad que caracterizan a muchas de las actividades online.
Por eso, empezaron a comunicarse a través de canales más privados, como el correo electrónico, el teléfono o las aplicaciones de mensajería que, en la mayoría de las encuestas, ya es considerada la red social que encabeza todas las listas.
Las redes sociales más populares en Argentina en 2023, según Statista, son WhatsApp (93%), YouTube (91%) Instagram (86%) y Facebook (85%). También se destaca el crecimiento de TikTok, que alcanzó los 16,22 millones de usuarios adultos, con un aumento del 43,1% interanual.
“Tengo cada vez menos presencia en las redes. Si bien cada tanto visito Instagram y X, le dedico menos tiempo. Dejó de preocuparme quien me sigue, comencé a limitar mis comentarios y quienes leen lo que publico. Con mis amigos charlamos casi a diario por WhatsApp, nos mandamos memes y así nos divertimos”, explica Germán Landoni, 34 años, veterinario.
Una expansión que nunca se detiene
Cada vez más pequeños se suman a las rede sociales. Foto: Shutterstock.En el último año, según datos de la agencia Hootsuite, las redes sociales se expandieron un 3% hasta alcanzar los 4.760 millones de usuarios, lo que representa el 59,4% de la población mundial.
A juzgar por el informe de Hootsuite, si las redes crecen es, sobre todo, porque el recambio generacional se aceleró. Los nuevos usuarios se suben a esta forma de interacción a edades cada vez más tempranas. En algunos casos, antes, incluso, de dejar atrás la pubertad.
La generación Z ya desplazó a los millennials en el rol de impulsar las novedades. No conciben la vida sin conexión y no sienten nostalgia por las plataformas pioneras que les hicieron descubrir un mundo nuevo.
Como señala un estudio de PetaPixel, son muy susceptibles al engaño. Si una red social realiza cambios poco convincentes, la abandonan sin ningún tipo de remordimiento y nunca más vuelven a visitarla.
“Las jerarquías tóxicas creadas por décadas de conteos públicos de likes, así como la cultura del clickbait ha dejado a la Gen Z desencantada con las plataformas como Instagram y Facebook”, señala la firma.
Ya desertaron de Facebook, se aburrieron de X, probaron los podcasts y tienen Instagram, pero nadie sube fotos. También llegaron a Telegram y buscan como sorprenderse en Linkedin. Mientras esperan una nueva plataforma, TikTok, Pinterest y Spotify, son sus chiches más preciados.
SL