Madrid, 31 oct (EFE).- El colombiano Jean Paul Molina tuvo que sortear en la madrugada del miércoles lodo, barro, corrientes y vehículos varados para llegar a casa a pie, tras caminar 16 kilómetros con agua por encima de la cintura después de verse atrapado durante horas en su lugar de trabajo por el temporal que azotó la costa este española y provocó un centenar de muertos.
«Fue muy difícil, solo quería llegar a casa a ver a mi familia, era lo que más deseaba en ese momento», explica en entrevista telefónica a EFE, sobre su experiencia en una noche en la que tardó tres horas en reunirse con su mujer, su hijo de seis meses, su hermana y su primo, los familiares que este colombiano de Barranquilla tiene en España, país al que llegó hace un año y medio.
Lo peor del temporal le encontró en el restaurante en el que trabaja, en un centro comercial a dos pueblos de su hogar -16 kilómetros-, en el municipio valenciano de Chirivella. «No podíamos salir porque la rotonda y las dos salidas estaban totalmente inundadas», dice.
La banda sonora del momento la formaban las continuas alertas que sonaban en los celulares, cada hora, en las que recordaban que evitaran salir o desplazarse por el temporal. Todos los trabajadores subieron a una azotea donde estaban a salvo: «Pensábamos que [el agua] iba a entrar al local y nos iba a llevar a toditos».
Horas después, cuando la marea bajó un poco, fue cuando él y sus compañeros tomaron la decisión de irse a casa, y empezó la odisea del regreso al hogar.
Antes de emprender el viaje todos se comunicaron con sus familias, y uno de los pocos celulares que tenían señal suficiente era el de Molina, que lo prestó a quién lo necesitara. Al iniciar la travesía, se quedó sin batería.
«Fueron momentos de angustia», recuerda, tanto para su familia en España como para la que está en Colombia, que vivía el momento «destrozada y llorando» mientras veían los vídeos de lo que sucedía y la poca información.
El paso de las horas hacía que todos ellos se preocuparan, especialmente por la imposibilidad de que él pudiera dar aviso de su ubicación o su estado. «Mi mujer estaba muy desesperada», cuenta, que le espero mirando a lado a lado de las calles desde la terraza para ver si llegaba.
Mientras, Molina y un grupo de 20 personas trataban de llegar a sus casas, ayudándose cada vez que pasaban por una corriente fuerte y avisándose de terrenos con excesivo barro o lodo, de ramas y coches apilados que podían herirles en las piernas, de cables y árboles donde podían enredarse.
Tres horas después de la salida del centro comercial, el colombiano llegó a su casa. Pasado el tiempo, reflexiona que quizá lo que había vivido en Barranquilla, ciudad costera cuyas calles también se llenan de agua, le ayudó a «desenvolverse de buena manera» durante el temporal. EFE
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