NUEVA YORK.– A medida que el cambio climático genera nuevos hábitats propicios para la proliferación de los insectos, un grave virus transmitido por mosquitos que puede debilitar o incapacitar a las personas infectadas durante años se está propagando a más regiones del planeta.
En lo que va de año, en el mundo se han reportado más de 240.000 casos del virus chikungunya, incluyendo 200.000 en América Latina y 8000 en China. Se trata de los primeros casos que se registran en el gigante asiático, donde el gobierno se vio obligado a poner en marcha una urgente campaña para intentar contener el germen, con medidas de salud pública similares a las de la pandemia de Covid-19.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que los actuales patrones de transmisión del virus se asemejan a los del brote global que hace 20 años infectó a 500.000 personas y contribuyó a un auge de nuevas formas de incapacidad.
Aunque rara vez es mortal, el chikungunya causa dolor articular intenso y prolongado, así como debilitamiento generalizado. “Hay personas que trabajaban, que no tenían ninguna discapacidad, y que de un día para otro ni siquiera tienen fuerza para tipear en el teléfono o sostener un cuchillo de cocina con la mano”, apunta la doctora Diana Rojas Álvarez, directora de los trabajos sobre chikungunya en la OMS. “Es un virus que realmente afecta la calidad de vida de las personas y también la economía de los países”, sostiene.
El virus de la chikungunya pertenece a la misma familia que el del zika y el dengue. Es transmitido por dos especies diferentes de mosquitos, el Aedes aegypti y el Aedes albopictus. Entre cuatro y ocho días después de una picadura, la persona puede empezar a presentar síntomas como fiebre, dolor articular y sarpullido.
A diferencia de las infecciones por dengue y zika, que pueden ser asintomáticas, la mayoría de las personas infectadas con este virus se enferma. En raras ocasiones, la chikungunya puede llegar a ser letal en niños pequeños y adultos mayores. “Los niveles de mortalidad son bajos, pero la chikungunya igual nos preocupa mucho porque deja a las personas debilitadas y doloridas durante meses o incluso años”, señala Scott Weaver, infectólogo y director científico del Laboratorio Nacional de Galveston en Texas.
“Y el precio que se cobra no es solo individual, sino también social, porque sobrecarga los sistemas de salud, causa daño económico y aumenta la demanda de cuidadores, entre otras muchas cosas”, suma.
Muchas veces la chikungunya es diagnosticada erróneamente como dengue, que al principio causa los mismos síntomas.
Pero los síntomas del dengue suelen desaparecer en una o dos semanas, mientras que los del virus chikungunya se vuelven crónicos en hasta el 40% de las personas infectadas, con un incapacitante dolor articular que dura meses o años.
Entre 2005 y 2007, más de dos tercios de todas las discapacidades reportadas en la India –incluyendo las causadas por cáncer, artritis y diabetes—fueron resultado del brote de chikungunya que azotaba en ese momento al país.
Para finales de 2024, la transmisión del virus ya había sido reportada en 199 países de todos los continentes excepto la Antártida.
La OMS estima que en las regiones donde pueden vivir los mosquitos que transmiten el virus habitan unas 5600 millones de personas. Se trata de mosquitos que pican durante el día, cuando las personas que están en el trabajo, la escuela o en los medios de transporte.
El cambio climático impulsa la propagación de los mosquitos portadores de chikungunya de dos maneras. Por un lado, cuanto más caluroso y húmedo es el mundo, más propicio es como hábitat para los mosquitos. Además, los eventos de clima extremo pueden multiplicar el número de crías en caso de inundaciones, o generar desplazamientos poblacionales que obligan a las personas a apiñarse en zonas con mal suministro de agua y saneamiento deficiente.
La presencia del mosquito Aedes albopictus en Europa se expandió notablemente en los últimos años: ya se encontraron ejemplares en Ámsterdam y Ginebra. En América del Sur, el portador del virus es el Aedes aegypti, que prolifera en los barrios de bajos recursos en ciudades con sistemas de agua y redes cloacales deficientes.
“No creo que en Estados Unidos vayan a producirse brotes masivos de chikungunya, porque en las zonas cálidas del país la gente usa aire acondicionado y pasa mucho tiempo en interiores –afirma Weaver–. Pero en lugares como China y el Cono Sur de Sudamérica, el aumento de las temperaturas tendrá un impacto fuerte, porque la gente no se queda con el aire acondicionado en casa o en sus lugares de trabajo. En muchas partes de Asia y Sudamérica, ni siquiera les gusta poner mosquiteros en las ventanas”.
Después de una infección, las personas parecen volverse inmunes al chikungunya, así que cuando la enfermedad ya se propagó en determinada zona, pueden pasar un par de décadas antes de que haya suficientes personas inmunológicamente vulnerables como para provocar otro brote. Sin embargo, en lugares como la India y Brasil la población es tan grandes que la circulación del virus nunca se detiene. Y en los últimos se reportaron casos en muchos países de África donde antes la chikungunya no circulaba, como Chad y Malí.
Existen dos vacunas contra la chikungunya, pero se producen en cantidades limitadas para ser usadas en viajeros procedentes de países industrializados que llegan a lugares donde hay circulación del virus. En Estados Unidos, la vacuna más reciente, fabricada por Bavarian Nordic, cuesta unos 270 dólares por dosis, un precio totalmente fuera del alcance de un país como Paraguay, que sufrió grandes brotes de chikungunya y que idealmente tendría que vacunar a gran parte de su población. En Brasil, el Instituto Butantan está trabajando en el desarrollo de una versión más económica del inmunizante.
Ninguna de las dos vacunas integra actualmente la lista de vacunas recomendadas por la OMS, que podría acelerar el desarrollo de un producto más accesible. Realizar ensayos clínicos como los que exige la OMS es difícil: los brotes de chikungunya ocurren tan velozmente que terminan antes de que pueda empezarse la investigación. La doctora Rojas asegura que el comité de vacunas de la OMS estaba revisando los datos sobre los brotes de chikungunya para considerar las opciones de una posible recomendación sobre su uso.
La mejor protección contra el chikungunya es evitar las picaduras de mosquitos, y el siguiente paso es combatir sus criaderos. Como parte de su campaña, las autoridades sanitarias de China recorren casa por casa casas detectar lugares con agua estancada.
El monitoreo del virus sigue siendo deficiente. Rojas dice que la OMS está intentando determinar qué proporción del auge actual se corresponde a casos nuevos y qué proporción a la transmisión que ya se estaba produciendo y no había sido correctamente registrada. Existe una prueba de diagnóstico molecular que detecta simultáneamente el zika, el dengue y el chikungunya, pero son pocos los países que la adoptaron.
El monitoreo de las enfermedades en general a nivel mundial sufrió un duro golpe por los abruptos recortes de fondos que aportaba Estados Unidos y que financiaba gran parte del monitoreo en países de bajos ingresos.
El virus de chikungunya fue identificado por primera vez en Tanzania en la década de 1950 y en las décadas siguientes causó brotes esporádicos en África y Asia. Pero hasta 2004 el virus no atrajo mucho la atención de los especialistas en salud pública. Ese año, el brote que se desató en Kenia se extendió a la isla La Reunión, territorio francés de ultramar situado en el océano Índico, donde la enfermedad causó estragos: un tercio de la población de la isla se infectó.
Esa misma cepa del virus se abrió paso hasta el sur de Asia y entre 2005 y 2007 causó grandes brotes de chikungunya en la India, desde donde los viajeros repartieron el virus por todo el mundo.
A finales de 2013, el virus ya había llegado al Caribe, donde una vez más comenzó a arrasar con una población sin inmunidad contra la enfermedad. A finales de 2015, en la región del Caribe se registraron 1,8 millones de infecciones. A partir de ahí, el chikungunya se extendió por América del Sur, al mismo tiempo que en Brasil desembarcaba una nueva cepa, procedente de Angola: desde entonces, en la región circulan ambas variantes del virus. Desde 2023, y junto con un repunte de los casos de dengue, los casos de chikungunya en América del Sur siguen aumentando de forma constante.
Por Stephanie Nolan
(Traducción de Jaime Arrambide)